La batería que alimenta el placer. capítulo 1


LA BATERIA QUE ALIMENTA EL PLACER.
Escena primera.-


-¿"Y ahora que pasa"? Dijo Makarena

al girar la llave de contacto y descubrir

que el motor de su coche no daba señales de vida.

-¡Mierda!, le reprochó al espejo retrovisor a la vez que golpeaba el volante.
Era su primer día de vacaciones, bien merecidas, después de todo un año trabajando en la explotación... No podía ser!, ahora no!...

Se bajó y dió dos vueltas alrededor del coche examinándolo con una mirada a mitad de camino entre el reproche y la comprensión… a fin de cuentas no se preocupaba mucho de él.
Rebuscó con prisa en la guantera entre multitud de papeles... pequeños cadáveres que un día formaron parte de un árbol, ahora manchados de tinta... folletos de viejos viajes, multas impagadas, mapas, recuerdos... ¡papeles!... hasta que, finalmente, encontró la documentación del seguro…

-Dios, ¿donde esta el teléfono de la grúa?... No!,esto no es... este tampoco... Aquí!

Marcó precipitadamente en su móvil aquel número de la tarjeta de vívidos colores que le prometía rapidez y eficacia.

Aspiraba las primeras caladas de su segundo cigarrillo cuando, con estrepitoso estruendo de cadenas chocando contra metal, un vehículo grúa de ronco motor dobló la esquina.
Al menos no han tardado mucho, pensó.

Sin llegar a detener el vehículo del todo el conductor apoyó su peludo brazo sobre el negruzco borde de la ventanilla y asomando ligeramente la cabeza bramó: "¿ha llamao usté a la grúa?", haciéndose oír sobre el fuerte ronroneo del motor.

Ella asintió y aquel tipo aparcó su monstruo motorizado delante del coche.

El sol calentaba con fuerza allá lejos, sobre el mar. A contraluz Macarena vió descender de la cabina a un... ¿hombre? Ella pensó, por un instante, que se encontraba frente al eslabón perdido;-) ese nexo de unión entre el mono y el hombre del que los antropólogos buscan sin descanso algún rastro que los saque de sus meras elucubraciones de laboratorio.

Aquel... ser! se descolgó la colilla, apagada desde quién sabe cuándo, de la comisura de la boca; escupió sonoramente sobre el asfalto y con una sonrisa estúpida le lanzó un “Buenos días”.

-"¿Ca’pasao?"

-Eh? Ah! si…no se, no arranca… contesto ella

-"Bueh…lo llevamos al tallé y ya está"

Aquel gorila volvió hacia la cabina de la grúa y Makarena retrocedió para permitirle el paso manteniendo cierta distancia; sobresaltándose al descubrir junto a ella a un jovencito que, con las manos embutidas en los bolsillos de un grasiento mono azul, la miraba desde detrás de sus grandes ojos marrones
"Debe ser el ayudante", se dijo... "vaya dos me han tocado"...

El operario se colocó junto a la consola desde la que se dirigía la grúa en el costado del vehículo y comenzó a hacer descender el gancho mientras el jovencito imberbe se agachaba delante del coche y peleaba frenéticamente con unas herrumbrosas cadenas que intentaba extender.

Makarena, en la acera, retrocedió un poco desconfiada de la pericia de aquella extraña pareja.
El muchacho deslizó las cadenas por los calzos situados en las ruedas delanteras, las tensó y esperó pacientemente a que aquel gancho de peso indeterminado llagara hasta el. Lo conectó a la cadena y escupió un ¡dale! que en aquel tono quebradizo de niño que intenta ser hombre sonó casi cómico.

El motor eléctrico de la grúa gimió y la cadena al sentir el peso del coche, crujió.

Makarena desvió la mirada del coche que se elevaba para descubrir que ambos la miraban descaradamente; con fugaces y esquivas miradas el muchacho; con una larga y lasciva mirada que la recorría desde sus tobillos hasta sus pechos aquel bruto de macilenta y descolorida gorra verde.

Ella cayó en la cuenta de que se encontraba entre los rayos del astro rey y aquellos elementos; ofreciéndoles, gracias al vaporoso vestido rosa de seda que había elegido para aquel bochornoso día, una esplendorosa imagen de su esbelto cuerpo.
-¡Cerdos! Pensó Makarena mientras cruzaba los brazos sobre su pecho y se desplazaba lentamente para evitar el contraluz.

Fué entonces, al apoyar sus brazos cruzados sobre sus pechos cuando sintió, asombrada, que sus pezones se encontraban excitadísimos y que... sí! era inconfundible, una ola de placentero calor con epicentro en su húmedo sexo, se extendía por todos los rincones de su cuerpo.
¿Makarena que haces? Pensó para si, pero en realidad sabía muy bien la respuesta; su lado salvaje, Maka, se había despertado.

La maniobra de elevar el coche había finalizado y la voz hosca del operario la sacó de sus tribulaciones:
-"Señora quié venir con no´otros al tallé? Hay sitio en la cabina y con suerte se lo arreglan en un ná".

Makarena cuya mano jugueteaba con el móvil mientras su mente le afirmaba la necesidad de llamar a un radio taxi, se sorprendió al escuchar su propia voz contestando:
-"Si, gracias, voy con vosotros"
A la vez que instintivamente arqueaba la espalda y bajaba los brazos ofreciendo a la vista de aquellos dos la visión del juego de luces y sombras con el que la luz del sol, que ahora incidía sobre ella lateralmente, realzaba sus erectos pezones.

Maka, la perrilla juguetona había ganado otra vez la partida por el control y Macarena desapareció... en el fondo complacida ;-) (continuará...)

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